Alvaro Izurieta nació en Buchardo (Córdoba). A los cinco años, impulsado por un hermano mayor, comienza a dibujar caballos y a partir de allí no se apartará de su vocación. En 1968 ingresa a la Escuela de Bellas Artes Figueroa Alcorta y realiza su primera muestra de dibujos en la galería Feldman de Córdoba. En 1970, por sugerencia de Don Carlos Stutz, se traslada a Buenos Aires para asistir a los cursos que en su taller de Flores dicta el escultor Antonio Pujía. Conoce a muchas de las figuras importantes de la plástica argentina: Alonso, Berni, Castagnino, Seoane; concurre a museos y exposiciones en un momento de auge de las artes plásticas. De regreso en Córdoba, se relaciona con los maestros Francisco Vidal y Henry Aran, con quienes comienza a pintar al óleo y al pastel. Encuentra en el retrato un camino de interés para el estudio de la figura y, a la vez, una posibilidad cierta de vivir de la profesión. Sus exposiciones en el país se suceden con frecuencia hasta la actualidad. En 1975 se traslada a San Pablo (Brasil) para conocer la importante colección de su Museo Asís Chateau Briand. En 1978 viaja a España para estudiar en el Museo del Prado a los grandes maestros, de quienes realiza copias; visita las colecciones de Toledo y Barcelona, Museos de Arte Moderno, Museo Miró. Se interesa por los retratos de Joaquín Sunyer. En 1979 funda el taller Victorica, donde dicta cursos de dibujo y pintura. Ese mismo año es premiado por la Bolsa de Comercio como uno de los "Diez Jóvenes Sobresalientes del Año", y el Diario Córdoba lo distingue con el galardón "Los hombres de la cultura". En 1981 se instala en Unquillo, donde reside en la actualidad. Incentivado por su entorno, se inicia en el estudio del paisaje serrano. Su casa es visitada por jóvenes que buscan consejo y orientación. En 1995 la Presidencia de la Nación adquiere su obra "La Virgen Niña", que figura actualmente en el Museo del Vaticano. En ese mismo año es contratado por la Fundación Favaloro para realizar el retrato del prestigioso cardiólogo. La Universidad Nacional de Córdoba, la Academia de Ciencias de la misma ciudad y la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Buenos Aires conforman su Galería de Rectores y Presidentes con retratos de Izurieta. Sus dibujos han ilustrado distintas publicaciones, entre ellas el libro "Shalacos" de Jorge W. Abalos y "La Conquista del Desierto" de Carlos Di Fulvio, para CBS Columbia. En 2002 expone en las ciudades italianas de Prato y Florencia, en las salas Café del Teatro y Galería Mentana respectivamente. En 2003 y 2005 expone en Cerrito galería de arte (Córdoba). En 2005 su imagen sufre una transformación expresionista, con una paleta más intensa y de mayores contrastes.
REFLEXION PERSONAL ACERCA DE SU PINTURA: "Mi relación con la pintura está íntimamente ligada a mi ubicación frente al mundo y a los hombres. Ha sido un camino de autoconocimiento y, por ende, de conocimiento de los demás. La intensa preocupación por el dominio de las técnicas pictóricas ha llevado implícita la modelación de mi carácter y el cumplimiento de mis sueños". Alvaro Izurieta
LIBRO “ALVARO IZURIETA”
(En venta en las más importantes librerías del país)
Editado en Córdoba, en 2005, contiene comentarios críticos sobre su obra desarrollada a lo largo de veinticinco años (1980-2005), así como también numerosas reproducciones de pinturas, dibujos, acuarelas y pasteles. Algunos extractos de comentarios críticos:
"Esa actitud insobornable al servicio de un ideal mayor tendrá que fructificar en una gran obra, pero más que eso, en un gran artista. Esa es la expectativa que abre esta muestra de Izurieta, un humanista del mejor linaje". "Coco" Feldman (exposición de 1971-Galería Feldman
"Si la obra de un artista sintetiza la historia del arte toda, la obra de Alvaro Izurieta considerada en su conjunto, deberá recrear particularmente la historia de la pintura argentina junto al testimonio implícito y contradictorio de la tierra arrasada en medio de un paisaje de enorme riqueza y de la belleza y la gracia de su gente en un ámbito de irremediable pobreza". Pablo Izurieta
Álvaro Izurieta, Gauguin el salvaje de Hiva Oa y el poder del desnudo.
El maestro argentino Álvaro Izurieta se muestra como un gran conocedor de la figura humana, especialmente femenina y el poder de atracción que ejerce para él el desnudo femenino. La mujer como eje central, pero también el ser humano en general. Se decanta por rostros de gran detalle, facciones emblemáticas, de gentes singulares, de seres de culturas muy diversas.
En la actualidad posee una obra más expresionista, en la que muestra el poder de la desestructuración de la realidad, aumentando el enigma de sus personajes, también la intensidad del color, la fuerza del contraste, pero, manteniéndose en línea con su tratamiento general de la figura humana, de los rostros y también de los cuerpos, auténticas esculturas.
Conocedor del cuerpo humano, pero también de la fisonomía animal, que demuestra en sus excelentes obras de equinos, en esta ocasión, exhibe una serie realizada ex profeso, titulada ‘Gauguin el Salvaje de Hiva Oa’, dedicada a Paul Gauguin, maestro simbolista. Un Paul Gauguin que abandona el impresionismo para convertirse en el abanderado de los simbolistas, demostrando su compromiso con el valor puro de la línea y el color sobre el plano. Paul se preocupa de la sutilidad pictórica, exhibiendo un concepto muy marcado, con temática directa pero sin los recursos clásicos de la pintura tradicional., desprovista de perspectiva, pero alegórica en el sentido del símbolo.
Álvaro Izurieta exhibe en su serie pictórica homenaje a Gauguin su predilección por el desnudo femenino, siempre mostrando al pintor francés con las indígenas, objeto de su atención artística. Pero, además, en sus acuarelas, pasteles y óleos de esta serie se constata la disponibilidad de la obra de un gran pintor, que domina la aguada, el color, la materia, la superposición de capas y las trasparencias. Su trazo sensual, su manejo de las curvas y gestos de los personajes, del propio personaje central de la temática, Gauguin, haciéndolo creíble, o la obra en la que muestra su propio autorretrato; el de un pintor que pinta de memoria, que se circunscribe al círculo de los inspirados, de los creadores que son originales, porque se mantienen fieles a su propia necesidad de ser antes artista que pintor.
Un creador, el argentino, que posee una sólida formación, que se nota en su manera de ejercer el dominio del trazo, de pintar con el color, porque de la intensidad pasa a la consideración sutil, de los rasgos perfectamente delimitados a los insinuados, según sea la figura y su posición. Capta el espíritu de Gauguin, cautivado por lo salvaje, que no es otra cosa que la propia naturaleza y sus gentes, buscando su ascendente, la vida en plena libertad, volver a nuestros inicios. De ahí que Álvaro Izurieta, que es un ser cautivado por la belleza natural, se adentre en el compromiso que tienen los seres humanos consigo mismos, buscando la fuerza de la determinación a la hora de abordar sus personajes femeninos, llenos de insinuaciones y de naturalidad esencial.
Si nos concentramos en su obra más reciente, de carácter expresionista, al margen de la serie que estamos comentando, constatamos su voluntad de ir más allá de las figuras y su circunstancia.
Hoy en día no se interesa solamente por la efectividad de los rasgos, por la ampulosidad de las facciones, en la sensualidad de sus personajes, auténticos, exóticos, sino que se preocupa por el misterio. En sus obras expresionistas introduce una actitud de misterio, de lejanía, en el sentido de descubrirnos una escenografía interior, que nutre las formas, en las que las curvas y las características básicas siguen existiendo, pero que, además, hay una presencia de detalles subyugados al interés general de la creación que no se ven, porque los ha transformado en invisibles.
Exhibe una composición de alto componente pictórico, en el sentido de lograr una definición de sus intenciones, que no son otras que reflejar momentos cotidianos de sus personajes, como también es el caso de la serie dedicada a Gauguin, el pintor y sus modelos; o bien determinando la trascendencia de las figuras, la personalidad de los hombres y mujeres que desfilan por sus telas, gentes que poseen un sentido notable de la realidad.
Su pintura, en líneas generales, refleja carácter, pesonalidad, fuerza y vitalidad. Está elaborada con un dominio técnico incontestable, en el que destaca la forma que tiene de tratar los personajes, a veces dibujados con determinación, aumentando el interés por sus rasgos, o en otras caracterizándose por mostrar su serenidad exterior e interior.
Álvaro Izurieta es un creador de personajes y de misterios contenidos en lo más esencial de la vida, porque profundiza en aquello que es y que influye en el día a día en el momento presente. Vive el presente, a partir de viajar por el pasado, insertándose en la corriente vitalista del instante, inmortalizando los momentos, para luego convertirlos en metáfora.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte